Día de la Educadora
Ser educadora requiere ser cantante, enfermera, psicóloga y hasta superhéroe.
Este 21 de abril, se celebra el día de la Educadora en México, profesión que requiere no solo ser profesora, sino enfermera, cantante, actriz, bailarina, cuentacuentos, psicóloga y hasta un superhéroe.
La conmemoración se instituyó en honor de Federico Froebel, un pedagogo alemán, nacido el 21 de abril de 1872,
creador de la educación preescolar y de algunos de los métodos de enseñanza, en la primera infancia.
De acuerdo con Froebel, en la edad preescolar, (entre los tres y seis años de edad) el ser humano se expresa a través de actividades de percepción sensorial, el lenguaje y el juego, reflejando su vida diaria y su entorno con la naturaleza y comunidad donde habita.
La maestra de educación preescolar es fundamental en el desarrollo intelectual, físico, afectivo y emocional de un niño, con lo que su mayor misión es realizar actividades académicas y recreativas, que le serán útiles al menor para el resto de la vida.
Para lograr este objetivo, las educadoras desarrollan competencias artísticas recreativas, cognitivas, motoras y sobre todo afectivas, que permiten a niños y niñas desarrollar su máximo potencial.
Sin embargo no se trata solo de jugar, cantar o colorear, sino de estimular sus habilidades y destrezas de manera individual para brindarles seguridad y confianza, lo que sin duda les permitirá alcanzar cualquier meta personal en el futuro.
Con todos estos requisitos, toda educadora debe ser cantante, bailarina y actriz para entonar a todo pulmón ante un grupo de niños cualquier canto infantil, al tiempo que baila o se convierten en un «monstruo» que les persigue.
También debe ser enfermera para curar las leves heridas que se harán los pequeños en sus caídas diarias o las peleas entre ellos, pero también tener conocimiento de primeros auxilios por si algún infante «inquieto» se le ocurre probar un crayón o la goma.
Además, de convertirse en una gran cuentacuentos y con el apoyo de títeres, marionetas o mímica, lograr impulsar al máximo la imaginación de los infantes y llevarlos a la selva, al espacio o mundos inimaginables todos los días.
También debe de ser psicóloga, para detectar cuando un pequeño está deprimido, es violentado o incluso, si sufre de abuso sexual, examinando su comportamiento, cómo y qué dibuja, o si se aísla del resto del grupo durante las clases.
E incluso, algunos días, las educadoras se convierten en superhéroes para ayudar a los niños a enfrentar temores o para inculcarles buenos hábitos de higiene personal, destruyendo a los «bichos» que habitan en sus manos o pequeños dientes…
Son tantas, tantas labores que deben hacer a diario las educadoras, que al final del día terminan exhaustas, con marcas de pintura de pequeñas manos o múltiples fluidos nasales sobre su ropa, pero muy, muy satisfechas de su gran labor y del amor que cada uno de esos pequeños le expresan al despedirse y decirle: «hasta mañana, maeta».
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